SOCIALISMO, BUDISMO Y CRISTIANISMO

Sunday, September 28, 2008

Borges y el Budismo

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Asia, Buda y rollitos primavera: Juan Pablo II en el umbral del budismo

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Una Panorámica del Budismo :: texto budista de descarga gratis

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PLANETA CONCIENCIA: Buddhadasa

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Socialismo científico

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POBREZA


El tèrmino pobreza nos es familiar, es algo que todos entendemos a què se refiere o pensamos que entendemos.Pero en cuanto profundizamos un poco en este campo, nos damos cuenta de que la pobreza es un concepto complejo , hecho èste que viene ocasionado, en gran parte, porque es un tèrmino normativo, tèrmino moral.Cuando se reconoce que alguien es pobre,no se està simplemente describiendo esa situaciòn , tambièn se esta evaluando y diciendo lo que se deberìa hacer.
¿Tiene el budismo algo especial con que contribuir a comprender la pobreza y a cómo aliviarla?

Al igual que otras religiones, el budismo es a veces criticado por su idealismo al animar una forma de vida no-materialista que va contra nuestros principales deseos y motivaciones. Si queremos reducir la pobreza, somos remitidos inexorablemente a la ciencia económica, que ha descubierto las leyes del crecimiento económico que promueven el bienestar mundial, y a agencias internacionales que aplican esos principios para mejorar las muchas sociedades "no desarrolladas". Aqui se argumentará la verdad del opuesto. La economía contemporánea es de hecho mucho más "idealista", en el sentido de que presupone una imagen irreal de la naturaleza humana basada en un sistema ético del siglo dieciocho, el utilitarismo, no derivado no de la observación empírica sino concebido a partir de un estudio filosófico. Como resultado de ello, los economistas de hoy en día tienden a vivir en un mundo idealizado, unidimensional, de estadísticas y ecuaciones que no reflejan fielmente los valores y objetivos humanos del mundo en el que vivimos.
En contraste con el individualismo calculador tal y como lo presupone la economía neoliberal, el budismo es más realista en su comprensión del origen del malestar y del bienestar humano. Resulta también que su enfoque se corresponde más con la forma en que la mayoría de las comunidades premodernas han comprendido el bienestar, y como todavía lo hacen las sociedades "no desarrolladas". El propósito de este artículo es explorar las implicaciones de las enseñanzas budistas para los problemas de desarrollo económico que afrontamos al inicio de un nuevo milenio. Desde una perspectiva budista, no es sorprendente que los esfuerzos institucionales de los últimos cincuenta años hayan en realidad agravado los problemas sociales que se supone debían resolver. Lejos de proporcionar una solución, el enfoque de desarrollo que todavía hoy se da por supuesto, se comprende mejor que el problema en sí. El budismo puede ayudarnos a verlo, y a pensar en alternativas más viables. El Buda Sakyamuni resumió con frecuencia sus enseñanzas en cuatro nobles verdades: el malestar (dukkha), su causa, su fin, y su sanación. A veces se le consideraba un gran médico, porque la lógica de tal esquema es coherente con el enfoque de la enfermedad física por la medicina. Una lógica similar también parecería apropiada para abordar otros problemas que queremos resolver, como el de la pobreza, y cuando intentamos comprender el "subdesarrollo" económico según este sencillo modelo, nos ayuda a iluminar aspectos de la cuestión que con frecuencia han sido pasados por alto o ignorados.
¿Qué es la pobreza?

Paradójicamente, tal vez, los obstáculos reales para resolver los problemas mundiales más agudos son menos las tradiciones culturales de gran cantidad de personas que nuestra propia creencia inculcada de que el progreso ilimitado resultante de la tecnología y del mercado puede, de alguna manera, liberarnos de la naturaleza y la sociedad. (Berthoud)

Hasta hace muy poco la religión no ha jugado un papel demasiado importante en los debates de desarrollo porque sus enseñanzas han sido percibidas normalmente como interesadas por un "mundo más elevado" o, por lo menos, una dimensión de vida diferente. Sea o no cierto para otras religiones, no es el caso del budismo. Lejos de ignorar o minimizar la pobreza, las enseñanzas budistas son sensibles a ella, ofreciendo tanto el diagnóstico como el remedio. En cualquier caso, lo más importante es que el budismo desafía nuestra comprensión de la pobreza, contextualizando el problema de forma diferente y cuestionando las suposiciones sobre las sociedades "no desarrolladas" que todavía dominan nuestro pensamiento. Según el budismo, la pobreza es mala porque implica dukkha. El término pali "dukkha" es probablemente el concepto más fundamental del budismo, aunque con frecuencia es malentendido. Las traducciones comunes son "sufrimiento, frustración, falta de satisfacción," pero "malestar" es tal vez la mejor en este contexto. El objetivo de la vía budista es acabar con nuestro dukkha, y esto no implica hacer alguna distinción significativa entre el dukkha mundano y otro de tipo trascendental. Como una filosofía y forma de vida que aboga por eliminar dukkha, el budismo no valora y no puede valorar la pobreza, que es fuente de dukkha. En el Anguttara Nikaya, por ejemplo, el Buda dice que para una persona que disfruta de los placeres sensoriales, la pobreza (pali, daliddiya) es miserable porque conduce a préstamos y a incrementar las deudas y con ello el sufrimiento.
El budismo valora el desapego de los bienes materiales y promueve la virtud de tener menos deseos, aunque esto no es lo mismo que animar a la pobreza. La pobreza, tal como se entendía comúnmente en los inicios del budismo, consiste en la falta de los requisitos materiales básicos para llevar una vida decente, libre del hambre, de la exposición a la intemperie y de la enfermedad. El budismo reconoce la importancia de dichas necesidades materiales mínimas, incluso en el caso de aquellas personas que aspiran a una meta espiritual. De hecho, las necesidades básicas de un monje o una monja proporcionan un punto de referencia para medir el nivel de subsistencia por debajo del cual no se debiera permitir caer al ser humano. Los cuatro requisitos de un renunciante budista son: comida suficiente para aliviar el hambre y mantener la salud, ropa suficiente para preservar la decencia social y proteger el cuerpo, refugio suficiente para permitir un compromiso serio con el cultivo de la mente, y cuidado sanitario suficiente para curar y prevenir la enfermedad. Las personas que renuncian voluntariamente a las posesiones y a los placeres terrenales en favor de una vida de tales necesidades mínimas, son consideradas como pertenecientes a la comunidad de "los nobles" (ariyapuggala). Aunque la falta de estos cuatro requisitos parece ser una buena definición de la indigencia humana, en sí mismos no son suficientes para valorar la situación de aquellos que no eligen seguir una vía espiritual de renuncia. Por ejemplo, la educación y el sustento no se mencionan, lo primero porque la alfabetización y ciertos estudios normalmente eran dados por sentados, lo segundo porque los renunciantes budistas del sur asiático eran mendigos que se dedicaban a la contemplación y no a la producción. El budismo de Shakyamuni asumía tanto una cultura de baja formación que comparativamente tenía poco impacto en su entorno, como una libertad relativa de las fuerzas económicas (aunque no políticas) externas que hoy en día arrasan muchas sociedades indígenas.
Puesto que nuestra situación actual es de muchas maneras única, requiere una respuesta creativa que no puede ser derivada de las primeras enseñanzas budistas sino que más bien debe obtener información de ellas. La cuestión importante es: ¿quién debería decidir cuál será esa respuesta? En cualquier caso, en esas enseñanzas hay mucho para nuestra información. De acuerdo con el Anguttara Nikaya, el Buda enseñó que algunas personas son como los que están completamente ciegos porque no tienen la visión de mejorar sus circunstancias materiales, ni la visión de llevar una vida moralmente elevada. Otras personas son como los tuertos porque, a pesar de tener la visión de mejorar sus condiciones materiales, no tienen la visión de vivir una vida moralmente elevada; el tercer tipo de personas tiene la visión de mejorar ambos. Estas enseñanzas budistas implican que a la hora de medir la pobreza, no es suficiente valorar las condiciones materiales. Para una valoración completa de la privación, es necesario tener en cuenta la calidad moral de la vida de las personas. Pero esto no es para minimizar la importancia del primer ojo.
Según el Sutra del Rugido del León (Cakkavatti-sihanada Sutta), existe una relación causal entre la pobreza material y el deterioro social. En este sutra, el Buda cuenta la historia de un monarca del lejano pasado que al principio veneraba y confiaba en las enseñanzas budistas, actuando según le aconsejaba su sabio: "Que no haya crimen en tu reino y concede propiedades a los necesitados." Sin embargo, más tarde empezó a gobernar según sus propias ideas y no concedió propiedades a los necesitados, con lo que la pobreza empezó a imperar. Debido a esto, un hombre tomó lo que no se le había dado y fue arrestado. Cuando el rey le preguntó por qué, el hombre dijo que no tenía con qué vivir. Así que el rey le dio una propiedad, diciendo que sería suficiente para llevar un negocio y mantener su familia.
Con otro hombre pasó exactamente lo mismo; y cuando otras personas oyeron esto, también decidieron robar para ser tratadas de forma similar. Entonces, el rey se dio cuenta de que si seguía concediendo propiedades a dichos hombres, el hurto seguiría incrementando. De manera que decidió ser duro con el siguiente ladrón: "Hubiera sido mejor acabar con él de una vez por todas y cortarle la cabeza." Y lo hizo. En este punto de la historia, se podría esperar una parábola moralista sobre la importancia de disuadir el crimen, pero la historia va precisamente en la dirección opuesta. Oyendo esto, la gente pensó: "Ahora hagámonos con espadas afiladas y así podremos tomar de cualquiera lo que no se nos ha dado, acabaremos con ellos de una vez por todas y les cortaremos la cabeza." Así, habiéndose procurado espadas afiladas, realizaron asaltos asesinos a los pueblos y ciudades, y los saquearon, decapitando a sus víctimas.
Así, de no conceder propiedad a los necesitados, empezó a imperar la pobreza, del incremento de la pobreza, aumentó la toma de lo que no había sido dado, del aumento del robo, incrementó el uso de armas, del uso incrementado de armas, aumentó el asesinato… (Digha-Nikaya iii 65 ff, en The Long Discourses, 396-405)
A pesar de algunos elementos inverosímiles, este mito tiene implicaciones importantes. La pobreza es presentada como una causa fundamental del comportamiento inmoral como el robo, la violencia, la falsedad, etc. A diferencia de lo que podríamos esperar de una religión que supuestamente niega el mundo, la solución budista no tiene nada que ver con aceptar nuestro "karma de pobreza" (o el de otros). El problema empieza cuando el rey no concede propiedades a los necesitados, es decir, cuando el Estado descuida su responsabilidad de mantener lo que hoy en día denominamos la justicia distributiva. Este influyente sutra implica que la ruptura social no puede ser separada de cuestiones más amplias sobre la benevolencia del orden social. La solución al crimen inducido por la pobreza, no se debe castigar duramente sino ayudar a la gente a procurar sus necesidades básicas.

Friday, September 19, 2008

dharma :: ¿Es ateo el Budismo? :: March :: 2005

dharma :: ¿Es ateo el Budismo? :: March :: 2005

Wednesday, September 17, 2008

DEL SUFRIMIENTO A LA FELICIDAD

En la tradición budista se habla de necesidad de liberación más que de libertad. Es amplísimo el vocabulario de la liberación: desprenderse, desatarse, desilusionarse, desengañarse, desvincularse, despegarse y un largo etcétera. Las cuatro verdades predicadas por el Buda contienen una espiritualidad liberadora. La primera verdad constata el hecho universal del sufrimiento mirado cara a cara. Tras ese percatarse, viene la llamada a la desilusión, el despego y el desengaño, pero en sentido positivo de liberación.

La segunda verdad relaciona el sufrimiento con el deseo; nos hace caer en la cuenta de la parte que cada persona tiene en la acumulación de sufrimiento en el mundo. Cuando ahondamos en las raíces del mal individual y social, encontramos los propios apegos, ilusiones, engaños o extravíos. Un mal nunca viene sólo desde fuera; aunque sólo sea en parte, lo producimos, aumentamos o exageramos.
La tercera verdad es una salida liberadora que brota desde dentro de nosotros mismos. Si la segunda me descubría que soy peor de lo que creo cuando me autojustifico, la tercera muestra que soy mejor de lo que creo cuando me autocondeno. Pero el camino es largo. La cuarta verdad muestra el óctuple sendero: correcto ver y pensar, correcto hablar, actuar y vivir, correcto esforzarse, atender y concentrarse. Se reducen los ocho aspectos a uno: no exagerar. Ver y pensar sin exagerar; hablar, actuar y vivir sin exagerar; esforzarse, atender y concentrarse sin exagerar.