La economía budista
La economía budista
19/08/2003 - Autor: Sangharákshita - Fuente: Webislam
El capítulo sobre Sri, el capítulo ocho, es bastante corto. Tiene menos de tres páginas en la traducción inglesa, y la promesa de Sri sólo toma una parte. Pero la longitud de su promesa no es una indicación de su impacto. Ella no simplemente promete proteger al monje predicador del sutra; es mucho más específica y promete mucho más que eso. Como hemos visto, ella ni siquiera comienza con el saludo al Buda. Ella sale directamente con sus promesas y dice que le dará al monje, en primer lugar, empeño; en segundo, vestiduras; en tercero, cuenco para la limosna; en cuarto, cama y asiento; y en quinto, medicinas - más, según ella dice, otros excelentes avios. La diosa también deja claro porque va dar esos obsequios. Los dará, según dice, para que el predicador del Dharma esté provisto de todos los avíos, para que no le falte nada, para que su mente esté en buen estado, para que pase las noches y los días con una mente feliz, para que examine las palabras y letras del sutra y así las perpetúe por el beneficio de todos los seres vivos, para que todos los seres despierten al final a la Iluminación perfecta.
Luego, para empezar ¿Quién es la gran diosa Sri? Hemos visto que la diosa Sarasvatí la adoran mucho los hindúes modernos, particularmente los eruditos, los escritores, los estudiantes y cualquiera que tenga algo que ver con el saber. De igual modo, la diosa Sri sigue siendo adorada en la India hoy en día; de hecho se le adora incluso más que a Sarasvatí. Sri es adorada prácticamente en todos los hogares hindúes, normalmente bajo el nombre de Lakshmi. Es bien fácil comprender lo que representa. La palabra sri significa prosperidad, y Lakshmi quiere decir suerte o buena fortuna. La prosperidad a la que se refiere es, por supuesto, la prosperidad material, y la buena fortuna es la buena fortuna en sentido mundano - el tipo de buena fortuna que hace que te toque la lotería, no el tipo que hace que te encuentres un ejemplar de Buddhism for Today sobre el asiento del autobús.
Luego la diosa representa la prosperidad material, el éxito mundano. La Lakshmi del hindú moderno es representada más o menos como la Sarasvatí actual: una bella joven con su largo y negro cabello, brillante y suelto, vestida con un sari carmesí con los bordes dorados. Si bien a Lakshmi se le representa definitivamente como a una joven esposa. Ella lleva la tilaka roja de la mujer casada sobre la frente y quizás también el polvo rojo llamado kum-kum en la raya del pelo; además de las diversas piezas de joyería: collares, brazaletes, tobilleras, pendientes y, por supuesto, el aro en la nariz con incrustación. La Lakshmi del sur de la India particularmente lleva todos estos ornamentos. Sarasvatí generalmente va vestida con más sencillez, como corresponde a la diosa del saber. Lakshmi no está sentada sobre un ganso, como Sarasvatí, sino sobre una enorme flor de loto, generalmente rosa o blanca y a veces lleva en la mano una flor de loto blanca.
Hay muchas imágenes de Lakshmi en los templos y con frecuencia tienen más de un par de brazos. Normalmente Lakshmi está de pie junto a su consorte, el dios Vishnu, el segundo miembro de la trimurti hindú. Es claramente adecuado que Vishnu el preservador y Lakshmi la diosa de la riqueza y la prosperidad estén “casados”. A veces se hace referencia a ambos por el nombre Lakshmi Narayan - siendo Narayan otro nombre de Vishnu. En Nueva Deli hay un famoso y colosal templo de Lakshmi Narayan. Fue construido por un multimillonario hindú moderno, de hecho, muy multimillonario, uno de los hombres más ricos que ha habido en la India moderna (luego el tenía buenas razones para ser devoto de Lakshmi). El fue un famoso hombre de negocios que era el principal benefactor económico de Mahatma Gandhi y el Partido del Congreso antes de la independencia India. Fue el quien hizo el famoso comentario: “Me cuesta dos mil rupias al día mantener a Bapu (es decir, Mahtama Gandhi) viviendo en la pobreza”.
Como cabe esperar, a la diosa Lakshmi la adoran mucho los miembros de la fraternidad empresarial de la India. Cada tendero hindú tiene una imagen o pintura de colores vivos en su tienda, además de la imagen de Ganesha, el dios de cabeza de elefante que aparta los obstáculos. El hombre de negocios hindú adora estas imágenes todos los días - es decir, enciende varillas de incienso y menea luces frente a las pinturas o imágenes. Todos los tenderos hindúes tienen una caja fuerte en un rincón, o al menos una gran caja de hierro dura. La imagen o pintura de Lakshmi la encontrarán ustedes colocada justo encima de la caja fuerte, incluso algunas veces dentro. Se ve a los tenderos hindúes abrir la caja fuerte por la mañana, y cuando lo hacen adorar a la imagen de Lakshmi que hay dentro; de modo que se puede decir que literalmente adoran la riqueza, realmente adoran el dinero. Incluso los libros de cuentas son encuadernado con tapas rojas tradicionales, por ser el color del sari de Lakshmi.
Imágenes y pinturas de Lakshmi se encuentran también en el hogar por razones obvias. Lakshmi es probablemente la divinidad del hogar más popular en la India. No hay mucho sentimiento religioso por ella, simplemente se cree que trae buena suerte y prosperidad. A propósito, a la buena esposa se le llama “Lakshmi”. Si una mujer es alegre y trabajadora, si es buena cocinera, ama de casa y madre; y si los asuntos de su marido prosperan, entonces le dirán a éste sus amigos: “tu mujer es una verdadera Lakshmi” o “la diosa de la fortuna seguramente ha entrado en tu casa” - en otras palabras, tu mujer te ha traído suerte. Pero siento decir que hay un lado malo en esto. Si los asuntos del marido van mal, o si muere prematuramente, entonces sus parientes dirán que fue culpa de la esposa, que ella le trajo mala suerte. No obstante, por norma general, la mujer casada, particularmente la mujer joven casada y con niños, se considera portadora de buena suerte. Si cuando sales de casa por la mañana, ya sea a trabajar o a cualquier otra cosa, la primera persona a que ves es una mujer casada - y en la India siempre se sabe si una mujer está casada porque lleva la marca roja en la frente - tendrás buena suerte durante ese día. Pero si la primera persona a la que ves es un monje, tendrás mala suerte porque el monje representa la negación de la prosperidad y éxito mundanos. Esta creencia prevalece tan fuertemente que hay algunos hindúes, particularmente los más ortodoxos de la casta de los brahmanes, que si se encuentran con cualquier tipo de monje a primera hora de la mañana, se dan media vuelta y se vuelven a casa. En ese día no intentan hacer cosa alguna, dicen que saben que no tendría éxito. Se encontraron con ese monje y les destruyó completamente la buena suerte para todo el día.
Este es, por supuesto, el punto de vista hindú. Al ser el hinduismo una religión étnica, pone énfasis en los valores del grupo y la prosperidad mundana. El punto de vista budista es un tanto diferente. No voy a llegar al extremo de decir que según el punto de vista budista encontrarse con una mujer casada por la mañana sea mala suerte, pero encontrarse con un monje es ciertamente considerado de buen augurio - y esto siempre desde el punto de vista espiritual.
Hay muchas leyendas sobre la diosa Lakshmi, una de las cuales trata de su nacimiento. Se dice que los dioses una vez decidieron batir el gran océano cósmico de la leche. De modo que arrancaron el Monte Meru para usarlo de palo de batir y cogieron a Ananta la serpiente cósmica como soga y la enrollaron al Monte Meru. Entonces unos dioses y diosas estiraban de un extremo de la soga, otros del otro, conforme estiraban para adelante y para atrás, batían el océano cósmico de la leche. De éste produjeron toda suerte de cosas maravillosas, igual que la mantequilla. En primer lugar salió la vaca de la abundancia. A continuación, el árbol que todo lo concede, el árbol que hace cumplirse todos los deseos, sólo has de tocarlo y desear algo y de inmediato tu deseo queda concedido. Entonces surgió el elefante celestial, el cual va tan veloz como el viento y tiene seis colmillos. Después surge la diosa Lakshmi; así es como nació. Pero tras ella surgió un tarro lleno de veneno, un veneno lo suficientemente fuerte como para matar a todos los seres del universo.
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Claro está que todos querían llevarse las cosas buenas que habían salido - los dioses, en particular, querían llevarse a Lakshmi - pero nadie quería el veneno. Al final Vishnu tomó a la diosa Lakshmi y se casó con ella. En cuanto al veneno, el dios Shiva se lo tragó. Esto es lo que ocurrió, al menos según los hinduistas. Según los budistas, fue el bodhisattva Avalokiteshvara el que se tragó el veneno. Pero ya fuese Shiva o Avalokiteshvara el que se lo tragó, no hizo daño a ninguno de los dos porque no pasó de sus gargantas. Pero las gargantas de ambos se les volvieron azules oscuras - por lo que a ambos se les conoce por nilakantha o el de la garganta azul.
El veneno aquí representa el sufrimiento del mundo, dukkha, el cual se lo traga Avalokiteshvara debido a su sabiduría y compasión. El énfasis en la versión budista, y probablemente en la hinduista también, está en la intervención del bodhisattva o del dios para tomar para sí mismo los sufrimientos del mundo. Pero, por supuesto, esto no se ha de tomar al pie de la letra. El sólo puede enseñarte - por su sabiduría y compasión - como tragarte el veneno tú mismo, como enfrentarte tú mismo con el sufrimiento. No es que literalmente él se trague el dolor que tú habrías de experimentar. Cuando batimos el océano del Samsara - y esto es lo que hacemos la mayoría de nosotros la mayoría del tiempo - salen todo tipo de cosas bellas y deleitables que todo el mundo quiere, pero tarde o temprano sale el tarro del veneno. Nadie, hablando en sentido estricto, puede tragarse el veneno por nosotros, pero pueden enseñarnos como tragarlo; en otras palabras, como hacer frente a nuestros propio sufrimiento y al final trascenderlo. En cierto sentido, todos tenemos que ser nuestros propios Avalokiteshvaras.
Se dice a veces que la leyenda del Avalokiteshvara de la garganta azul viene de la leyenda hindú de Shiva, pero no es imposible que sea lo contrario. No hay duda de que en la India antigua - no se sabe exactamente cuando - había toda una masa flotante de mitos, leyendas y tradición popular que no era realmente la propiedad de ninguna religión en particular. Todas las religiones a las que ahora llamamos hinduismo, budismo, jainismo, etc. bebían de esas aguas, por así decirlo, y se servían de esas historias, mitos, parábolas, proverbios y refranes, adaptándolos para sus propios fines.
De todos modos, dejando estas viejas historias y volviendo al capítulo ocho del sutra, probablemente ahora tengamos una idea bastante clara de lo que representa la diosa Lakshmi de la India moderna. Ella es la prosperidad mundana, es la abundancia y la riqueza, en particular en sus aspecto domésticos. Se podría quizás decir que ella es la opulencia o incluso que ella es la economía. En el sutra ella promete dar al monje que predique el Dharma empeño, vestiduras, cuenco para la limosna, cama y asiento, medicinas y otros excelentes avios. Ella hace esto, como hemos visto, para que él pueda predicar el sutra bien y que todos los seres se beneficien.
Esto quiere decir que la abundancia y la riqueza se ponen al servicio del monje que predica el sutra, y así al servicio del Dharma, la luz dorada. Por lo tanto, Sri representa la abundancia y la riqueza dedicada a objetivos espirituales. La diferencia entre la diosa hindú Lakshmi y la diosa budista Sri, es que la primera representa la abundancia y la riqueza dedicadas a objetivos mundanos, mientras que Sri representa la abundancia y la riqueza dedicadas a objetivos espirituales. Lakshmi es la economía en general, Sri es la economía budista, lo cual es el título de este capítulo.
Antes de proseguir, he de hacer una confesión. Este título no es original. Como quizás hayan ustedes adivinado ya, lo he tomado prestado del Dr.E.F. Schumcher, autor de Small is Beautiful, un libro que deberían leer todos los budistas. En el capítulo de ese libro titulado Buddhist Economics, el punto de partida del Dr. Schumacher es exactamente igual al mío propio. El capítulo empieza con la siguiente declaración:
“La subsistencia correcta es uno de los requisitos del Noble Camino Óctuple del Buda. Por consiguiente, está claro que debe haber tal cosa como la economía budista.”
El Dr. Schumacher pasa entonces a explorar las implicaciones de esta declaración para un contexto predominantemente no tradicional y moderno, mientras que en este libro nos interesa la economía budista dentro de un contexto predominantemente espiritual y tradicional, dentro del contenido de El sutra de la Luz Dorada. Aun así, estoy fundamentalmente de acuerdo con el enfoque del Dr. Schumacher, su pensamiento, según a mi me parece, va en la dirección correcta. Me alegra que su libro haya recibido tanta atención y espero que continúe recibiéndola. Espero que más y más gente actúe según sus recomendaciones. En resumen, y expresado con términos budistas: me regocijo de los méritos del Dr. Schumacher.
También me regocijo de los méritos de la gran diosa Sri y de las promesas que hace. El carácter fundamental de su promesa es realmente muy simple - tan simple que podríamos no reparar en él. Su promesa es fundamentalmente la promesa de dar ¿Y qué promete dar? Prácticamente todo - es decir, todo lo que es necesario para mantener la vida espiritual: comida, ropa, lugar de residencia y medicinas. No se necesita realmente nada más que eso. Luego podemos decir que la economía budista es la economía del dar. Podemos ir aún más lejos y decir que la vida budista es la vida del dar. En la medida que poseemos, debemos dar - cosas materiales como mínimo, si es que no podemos dar nada más que eso. Sin dar no hay vida espiritual.
Esto se ve claramente en el caso del Bodhisattva, el budista ideal del Mahayana, aquel comprometido con el logro del bodhi - la Iluminación - no para él sino por el beneficio de todos los seres. El Bodhisattva practica las seis paramitas o virtudes trascendentales; y la primera de estas es dana, o el dar. La Dana puede ser de distintos tipos, ya que hay todo tipo de cosas que pueden ser dadas a todo tipo de gente en todo tipo de formas.
La práctica de dana está muy extendida en todos los países budistas, indistintamente de que practiquen según el Theravada, el Mahayana o cualquier otra escuela. En esos países, el Dharma y quienes lo practican y predican están mantenidos a una escala que apenas si podemos imaginar en Occidente. Y en ningún sitio es más así - o fue más así - que en el Tíbet tal y como era hasta 1950, o en cierta medida incluso hasta 1959.
Recuerdo que, con respecto a esto, tuve una conversación en Kalimpong hace mucho años. Debió de ser a principio de los años cincuenta y fue con un estudiante tibetano llamado Aggen Chototsang que estaba aprendiendo inglés conmigo. El tenía unos treinta años y había nacido en el Tíbet oriental; de hecho el era khamba. Los khambas tienen fama de ser fieros y guerreadores, hasta el punto de ser tanto agresivos como indisciplinados, pero también tienen fama de ser muy buenos budistas. Aggen era uno de los cinco hermanos de una familia de comerciantes. El era bajo, achaparrado y muy sincero y directo. Por desgracia murió unos diez años después luchando contra los chinos en el Tíbet oriental. Espero que haya tenido un buen renacimiento, aunque murió luchando. De cualquier modo, Aggen me dijo una vez como él y sus hermanos gastaban sus ingresos. Ellos dividían en tres partes todo el dinero que habían ganado al final del año. Entonces daban una de las partes para asuntos del Dharma: reparación de monasterios, proporcionar comida y ropa para los monjes, imprimir copias de textos sagrados, subvencionar ceremonias religiosas, hacer encargos de imágenes y pinturas de Budas y Bodhisattvas, etc... Otra parte la gastaban en placeres: esto, lamentablemente consistía en la bebida y el juego, sobre todo el juego - si bien no fumaban. Los tibetanos chapados a la antigua veían mucho peor el fumar que el beber. La otra parte se dedicaba a gastos de la casa y a la inversión en el negocio. Según Aggen, esto era la norma general en Kham; cada familia daba la tercera parte de sus ingresos al Dharma - lo cual es realmente algo a lo que habrían de aspirar los budistas de todas los sitios. Nosotros generalmente pensamos que estamos dando mucho si damos una décima parte de nuestros ingresos; pero según los estándares de los khambas eso sería, en comparación, tacañería.
La diosa Sri promete dar al monje que es predicador del sutra cosas tales como la comida, la ropa, la cama y el asiento; dicho en otro modo, lo que da, lo da en especie, no en dinero. Esta es la práctica tradicional que sigue muy extendida por algunas partes del mundo budista, si bien menos de lo que lo estuvo. Yo viví de ese modo por un par de años - no en un país budista, sino en la India. No poseía dinero alguno, ni siquiera en el banco. No manejaba dinero, no lo tocaba, no lo aceptaba si se me ofrecía. Y descubrí que esas medidas simplificaban muchísimo la vida. Había muchas cosas sobre las cuales simplemente no tenía que preocuparme, porque no tenía nada de dinero.
No obstante, posteriormente descubrí que era posible solamente vivir así mientras estuviera interesado exclusivamente en mi práctica espiritual personal. No pude mantener esa forma de vida cuando comencé a ocuparme de organizar actividades budistas. Para eso necesitaba dinero, incluso en la India. Si esto era el caso en la India, lo es mucho más aquí en Occidente. Es todavía posible aquí invitar a comer al monje que predica el sutra, es posible todavía regalarle un par de calcetines o una casita de campo; pero si quieres dar apoyo al Dharma seriamente, tendrás que dar dinero; de hecho mucho dinero.
La actitud de la gente hacia el dinero es un tanto extraña. Esto quizás no sea sorprendente: el dinero en sí es una cosa extraña y cambiante. Se podría hasta decir que el dinero lo es todo excepto dinero. El dinero es la vida, el dinero es el poder, el dinero es el prestigio, el dinero es la seguridad, el dinero es el placer, el dinero es el amor. Al fin y al cabo, con dinero se compra el amor, o cualquier cosa que queramos - o al menos eso pensamos. La cosa más extraña respecto a la actitud de la gente hacia el dinero es su renuencia a dejarlo partir. En Occidente esto es cierto incluso para algunos budistas. Parece que piensen que, en algún modo, hay algo malo en dar dinero para el trabajo del Dharma. Esta renuencia probablemente tenga algo que ver con nuestra actitud básica hacia el dinero. Tendemos a pensar que es algo sucio y asqueroso, algo con lo que la gente decente tiene el mínimo de relación posible, al menos en público. La expresión “sucio lucro” refleja probablemente nuestra actitud básica hacia el dinero - y algunos budistas occidentales tienden a compartir esa actitud. Piensan del Dharma que es muy puro, y que ha de ser preservado puro. Y ¿Cómo se preserva el Dharma puro? Bueno, pues una de las formas de hacerlo es mantener tu sucio y asqueroso dinero lo más lejos posible del Dharma.
Pero esa ciertamente no es la actitud tradicional. La actitud tradicional es que el dinero - dinero que uno ha adquirido por medios éticos, según los principios de la Subsistencia Correcta - es una cosa buena y sana, y lo mejor que uno puede hacer con él es darlo para el trabajo del Dharma. Se podría decir que el dinero es como el estiércol: a veces huele, pero realmente es una cosa sana, buena y limpia. No tenemos porque ser remilgados a la hora de manejarlo o de darlo. Como dijo Sir Francis Bacon hace cuatro siglos: “el dinero es como la porquería para el abono, no vale para nada si no se echa”.
Así que si tienes algo de esa porquería, échala alrededor, particularmente en dirección a donde está el Dharma. Como dijo el mismo Buda: “No tengáis miedo a dar”. The Salvation Army (El Ejercito de la Salvación) tenía este slogan: “Da hasta que duela”. Pero eso es incorrecto y seguramente refleja una actitud típicamente cristiana. Nos hace pensar que la vida espiritual es algo esencialmente doloroso y provoca una actitud para el dar como la que la mayoría de nosotros tenemos para ir al dentista. Lo posponemos todo lo posible porque pensamos que va a doler. (Es una actitud que requiere que el beneficiado se sienta verdaderamente desgraciado también). Pero de hecho, el dar no duele nada. De hecho, cuanto más des más feliz, más ligero y más libre te sentirás. Luego debemos dejar a los demás recorrer su camino hacia el dar en la forma en que puedan. Como budistas deberíamos decir: “Da hasta que te posea totalmente la alegría”
Dar, he de añadir, no quiere decir pagar. Cuando empecé a organizar actividades budistas en Inglaterra, me di cuenta de que la gente estaba muy poco dispuesta a dar para el beneficio del Dharma, aunque me aseguraban que les estaba beneficiando. Sin embargo, estaban bastante dispuestos a pagar por conferencias, clases de yoga, retiros, etc... Yo me preguntaba porque era eso así y, al final, saqué ciertas conclusiones provisionales que parecían arrojar al menos algo de luz sobre el asunto.
Cuando pagas, compras. Lo que compras es tuyo. Y cuando posees algo, es tuyo, es para ti; luego no te importa pagar - incluso pagar por el Dharma. Sin embargo, cuando das, te deshaces de algo. El dinero dado es dinero perdido. Aquello de lo que te deshaces ya no es tuyo, no es para ti, luego estás poco dispuesto a dar, incluso por el beneficio del Dharma. Esta forma de pensar es mezquina y he notado que quienes son capaces de liberarse de ella son inequivocamente más felices.
Veamos ahora las cosas que la gran diosa Sri promete dar al monje que es el predicador del sutra. Primeramente, ella promete dar empeño, lo que implica tanto el entusiasmo como la energía ¿Pero cómo es que esta diosa da el empeño? ¿No es ella esencialmente la diosa de la abundancia y la riqueza? ¿Pero cómo es que da una cualidad psicológica e incluso espiritual, como es el empeño? ¿No se habrá salido un poco de su sitio? ¿No estará yendo más allá de su jurisdicción propia?
Realmente no. Ella da el empeño pero no directamente, sino indirectamente, cuando da las otras cosas: hábitos, cuenco de mendigar, cama, etc... El monje tiene que ser capaz de dedicar todas sus energías a la vida espiritual, a predicar El sutra de la Luz Dorada. Si tuviera que preocuparse de la comida y las vestiduras, eso tomaría algo de su energía, de modo que la comida y las vestiduras se las han de proporcionar y eso es lo que hace la gran diosa Sri. Al dar al monje comida y vestiduras, ella lo capacita para dedicar sus energías a predicar el sutra. Al fin y al cabo, el monje no sólo ha renunciado a la responsabilidad de mantener esposa y familia, el ha renunciado también a la responsabilidad de mantenerse y esto es reconocido de modo general en la mayoría de los países budistas. Esto es particularmente cierto en el caso de los países del Theravada, en los que, como sé por experiencia propia, al monje se le permite cocinar su propia comida, ni aun hacerse su taza de te. Todo se le proporciona, todo se hace por él.
Está, no obstante, el otro lado de la moneda. El monje ha de dedicar todas sus energías al Dharma y todas quiere decir todas - lo que no es cosa fácil para todo el mundo. Puede que el monje se dedique a actividades budistas como predicar El sutra de la Luz Dorada, o a la meditación, o a la combinación de ambas, siempre que una u otra forma todas sus energías estén dedicadas al Dharma. Y es la diosa Sri la que hace eso posible. En otras palabras, es la economía budista - la economía del dar - que lo hace posible.
En segundo lugar, Sri da al monje el obsequio de las vestiduras. Es interesante, y muy en acuerdo con el espíritu original del budismo, que el traductor usa la palabra vestiduras y no hábitos. En los tiempos del Buda los monjes (como les llamamos ahora) llevaban ropa.
19/08/2003 - Autor: Sangharákshita - Fuente: Webislam
El capítulo sobre Sri, el capítulo ocho, es bastante corto. Tiene menos de tres páginas en la traducción inglesa, y la promesa de Sri sólo toma una parte. Pero la longitud de su promesa no es una indicación de su impacto. Ella no simplemente promete proteger al monje predicador del sutra; es mucho más específica y promete mucho más que eso. Como hemos visto, ella ni siquiera comienza con el saludo al Buda. Ella sale directamente con sus promesas y dice que le dará al monje, en primer lugar, empeño; en segundo, vestiduras; en tercero, cuenco para la limosna; en cuarto, cama y asiento; y en quinto, medicinas - más, según ella dice, otros excelentes avios. La diosa también deja claro porque va dar esos obsequios. Los dará, según dice, para que el predicador del Dharma esté provisto de todos los avíos, para que no le falte nada, para que su mente esté en buen estado, para que pase las noches y los días con una mente feliz, para que examine las palabras y letras del sutra y así las perpetúe por el beneficio de todos los seres vivos, para que todos los seres despierten al final a la Iluminación perfecta.
Luego, para empezar ¿Quién es la gran diosa Sri? Hemos visto que la diosa Sarasvatí la adoran mucho los hindúes modernos, particularmente los eruditos, los escritores, los estudiantes y cualquiera que tenga algo que ver con el saber. De igual modo, la diosa Sri sigue siendo adorada en la India hoy en día; de hecho se le adora incluso más que a Sarasvatí. Sri es adorada prácticamente en todos los hogares hindúes, normalmente bajo el nombre de Lakshmi. Es bien fácil comprender lo que representa. La palabra sri significa prosperidad, y Lakshmi quiere decir suerte o buena fortuna. La prosperidad a la que se refiere es, por supuesto, la prosperidad material, y la buena fortuna es la buena fortuna en sentido mundano - el tipo de buena fortuna que hace que te toque la lotería, no el tipo que hace que te encuentres un ejemplar de Buddhism for Today sobre el asiento del autobús.
Luego la diosa representa la prosperidad material, el éxito mundano. La Lakshmi del hindú moderno es representada más o menos como la Sarasvatí actual: una bella joven con su largo y negro cabello, brillante y suelto, vestida con un sari carmesí con los bordes dorados. Si bien a Lakshmi se le representa definitivamente como a una joven esposa. Ella lleva la tilaka roja de la mujer casada sobre la frente y quizás también el polvo rojo llamado kum-kum en la raya del pelo; además de las diversas piezas de joyería: collares, brazaletes, tobilleras, pendientes y, por supuesto, el aro en la nariz con incrustación. La Lakshmi del sur de la India particularmente lleva todos estos ornamentos. Sarasvatí generalmente va vestida con más sencillez, como corresponde a la diosa del saber. Lakshmi no está sentada sobre un ganso, como Sarasvatí, sino sobre una enorme flor de loto, generalmente rosa o blanca y a veces lleva en la mano una flor de loto blanca.
Hay muchas imágenes de Lakshmi en los templos y con frecuencia tienen más de un par de brazos. Normalmente Lakshmi está de pie junto a su consorte, el dios Vishnu, el segundo miembro de la trimurti hindú. Es claramente adecuado que Vishnu el preservador y Lakshmi la diosa de la riqueza y la prosperidad estén “casados”. A veces se hace referencia a ambos por el nombre Lakshmi Narayan - siendo Narayan otro nombre de Vishnu. En Nueva Deli hay un famoso y colosal templo de Lakshmi Narayan. Fue construido por un multimillonario hindú moderno, de hecho, muy multimillonario, uno de los hombres más ricos que ha habido en la India moderna (luego el tenía buenas razones para ser devoto de Lakshmi). El fue un famoso hombre de negocios que era el principal benefactor económico de Mahatma Gandhi y el Partido del Congreso antes de la independencia India. Fue el quien hizo el famoso comentario: “Me cuesta dos mil rupias al día mantener a Bapu (es decir, Mahtama Gandhi) viviendo en la pobreza”.
Como cabe esperar, a la diosa Lakshmi la adoran mucho los miembros de la fraternidad empresarial de la India. Cada tendero hindú tiene una imagen o pintura de colores vivos en su tienda, además de la imagen de Ganesha, el dios de cabeza de elefante que aparta los obstáculos. El hombre de negocios hindú adora estas imágenes todos los días - es decir, enciende varillas de incienso y menea luces frente a las pinturas o imágenes. Todos los tenderos hindúes tienen una caja fuerte en un rincón, o al menos una gran caja de hierro dura. La imagen o pintura de Lakshmi la encontrarán ustedes colocada justo encima de la caja fuerte, incluso algunas veces dentro. Se ve a los tenderos hindúes abrir la caja fuerte por la mañana, y cuando lo hacen adorar a la imagen de Lakshmi que hay dentro; de modo que se puede decir que literalmente adoran la riqueza, realmente adoran el dinero. Incluso los libros de cuentas son encuadernado con tapas rojas tradicionales, por ser el color del sari de Lakshmi.
Imágenes y pinturas de Lakshmi se encuentran también en el hogar por razones obvias. Lakshmi es probablemente la divinidad del hogar más popular en la India. No hay mucho sentimiento religioso por ella, simplemente se cree que trae buena suerte y prosperidad. A propósito, a la buena esposa se le llama “Lakshmi”. Si una mujer es alegre y trabajadora, si es buena cocinera, ama de casa y madre; y si los asuntos de su marido prosperan, entonces le dirán a éste sus amigos: “tu mujer es una verdadera Lakshmi” o “la diosa de la fortuna seguramente ha entrado en tu casa” - en otras palabras, tu mujer te ha traído suerte. Pero siento decir que hay un lado malo en esto. Si los asuntos del marido van mal, o si muere prematuramente, entonces sus parientes dirán que fue culpa de la esposa, que ella le trajo mala suerte. No obstante, por norma general, la mujer casada, particularmente la mujer joven casada y con niños, se considera portadora de buena suerte. Si cuando sales de casa por la mañana, ya sea a trabajar o a cualquier otra cosa, la primera persona a que ves es una mujer casada - y en la India siempre se sabe si una mujer está casada porque lleva la marca roja en la frente - tendrás buena suerte durante ese día. Pero si la primera persona a la que ves es un monje, tendrás mala suerte porque el monje representa la negación de la prosperidad y éxito mundanos. Esta creencia prevalece tan fuertemente que hay algunos hindúes, particularmente los más ortodoxos de la casta de los brahmanes, que si se encuentran con cualquier tipo de monje a primera hora de la mañana, se dan media vuelta y se vuelven a casa. En ese día no intentan hacer cosa alguna, dicen que saben que no tendría éxito. Se encontraron con ese monje y les destruyó completamente la buena suerte para todo el día.
Este es, por supuesto, el punto de vista hindú. Al ser el hinduismo una religión étnica, pone énfasis en los valores del grupo y la prosperidad mundana. El punto de vista budista es un tanto diferente. No voy a llegar al extremo de decir que según el punto de vista budista encontrarse con una mujer casada por la mañana sea mala suerte, pero encontrarse con un monje es ciertamente considerado de buen augurio - y esto siempre desde el punto de vista espiritual.
Hay muchas leyendas sobre la diosa Lakshmi, una de las cuales trata de su nacimiento. Se dice que los dioses una vez decidieron batir el gran océano cósmico de la leche. De modo que arrancaron el Monte Meru para usarlo de palo de batir y cogieron a Ananta la serpiente cósmica como soga y la enrollaron al Monte Meru. Entonces unos dioses y diosas estiraban de un extremo de la soga, otros del otro, conforme estiraban para adelante y para atrás, batían el océano cósmico de la leche. De éste produjeron toda suerte de cosas maravillosas, igual que la mantequilla. En primer lugar salió la vaca de la abundancia. A continuación, el árbol que todo lo concede, el árbol que hace cumplirse todos los deseos, sólo has de tocarlo y desear algo y de inmediato tu deseo queda concedido. Entonces surgió el elefante celestial, el cual va tan veloz como el viento y tiene seis colmillos. Después surge la diosa Lakshmi; así es como nació. Pero tras ella surgió un tarro lleno de veneno, un veneno lo suficientemente fuerte como para matar a todos los seres del universo.
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Claro está que todos querían llevarse las cosas buenas que habían salido - los dioses, en particular, querían llevarse a Lakshmi - pero nadie quería el veneno. Al final Vishnu tomó a la diosa Lakshmi y se casó con ella. En cuanto al veneno, el dios Shiva se lo tragó. Esto es lo que ocurrió, al menos según los hinduistas. Según los budistas, fue el bodhisattva Avalokiteshvara el que se tragó el veneno. Pero ya fuese Shiva o Avalokiteshvara el que se lo tragó, no hizo daño a ninguno de los dos porque no pasó de sus gargantas. Pero las gargantas de ambos se les volvieron azules oscuras - por lo que a ambos se les conoce por nilakantha o el de la garganta azul.
El veneno aquí representa el sufrimiento del mundo, dukkha, el cual se lo traga Avalokiteshvara debido a su sabiduría y compasión. El énfasis en la versión budista, y probablemente en la hinduista también, está en la intervención del bodhisattva o del dios para tomar para sí mismo los sufrimientos del mundo. Pero, por supuesto, esto no se ha de tomar al pie de la letra. El sólo puede enseñarte - por su sabiduría y compasión - como tragarte el veneno tú mismo, como enfrentarte tú mismo con el sufrimiento. No es que literalmente él se trague el dolor que tú habrías de experimentar. Cuando batimos el océano del Samsara - y esto es lo que hacemos la mayoría de nosotros la mayoría del tiempo - salen todo tipo de cosas bellas y deleitables que todo el mundo quiere, pero tarde o temprano sale el tarro del veneno. Nadie, hablando en sentido estricto, puede tragarse el veneno por nosotros, pero pueden enseñarnos como tragarlo; en otras palabras, como hacer frente a nuestros propio sufrimiento y al final trascenderlo. En cierto sentido, todos tenemos que ser nuestros propios Avalokiteshvaras.
Se dice a veces que la leyenda del Avalokiteshvara de la garganta azul viene de la leyenda hindú de Shiva, pero no es imposible que sea lo contrario. No hay duda de que en la India antigua - no se sabe exactamente cuando - había toda una masa flotante de mitos, leyendas y tradición popular que no era realmente la propiedad de ninguna religión en particular. Todas las religiones a las que ahora llamamos hinduismo, budismo, jainismo, etc. bebían de esas aguas, por así decirlo, y se servían de esas historias, mitos, parábolas, proverbios y refranes, adaptándolos para sus propios fines.
De todos modos, dejando estas viejas historias y volviendo al capítulo ocho del sutra, probablemente ahora tengamos una idea bastante clara de lo que representa la diosa Lakshmi de la India moderna. Ella es la prosperidad mundana, es la abundancia y la riqueza, en particular en sus aspecto domésticos. Se podría quizás decir que ella es la opulencia o incluso que ella es la economía. En el sutra ella promete dar al monje que predique el Dharma empeño, vestiduras, cuenco para la limosna, cama y asiento, medicinas y otros excelentes avios. Ella hace esto, como hemos visto, para que él pueda predicar el sutra bien y que todos los seres se beneficien.
Esto quiere decir que la abundancia y la riqueza se ponen al servicio del monje que predica el sutra, y así al servicio del Dharma, la luz dorada. Por lo tanto, Sri representa la abundancia y la riqueza dedicada a objetivos espirituales. La diferencia entre la diosa hindú Lakshmi y la diosa budista Sri, es que la primera representa la abundancia y la riqueza dedicadas a objetivos mundanos, mientras que Sri representa la abundancia y la riqueza dedicadas a objetivos espirituales. Lakshmi es la economía en general, Sri es la economía budista, lo cual es el título de este capítulo.
Antes de proseguir, he de hacer una confesión. Este título no es original. Como quizás hayan ustedes adivinado ya, lo he tomado prestado del Dr.E.F. Schumcher, autor de Small is Beautiful, un libro que deberían leer todos los budistas. En el capítulo de ese libro titulado Buddhist Economics, el punto de partida del Dr. Schumacher es exactamente igual al mío propio. El capítulo empieza con la siguiente declaración:
“La subsistencia correcta es uno de los requisitos del Noble Camino Óctuple del Buda. Por consiguiente, está claro que debe haber tal cosa como la economía budista.”
El Dr. Schumacher pasa entonces a explorar las implicaciones de esta declaración para un contexto predominantemente no tradicional y moderno, mientras que en este libro nos interesa la economía budista dentro de un contexto predominantemente espiritual y tradicional, dentro del contenido de El sutra de la Luz Dorada. Aun así, estoy fundamentalmente de acuerdo con el enfoque del Dr. Schumacher, su pensamiento, según a mi me parece, va en la dirección correcta. Me alegra que su libro haya recibido tanta atención y espero que continúe recibiéndola. Espero que más y más gente actúe según sus recomendaciones. En resumen, y expresado con términos budistas: me regocijo de los méritos del Dr. Schumacher.
También me regocijo de los méritos de la gran diosa Sri y de las promesas que hace. El carácter fundamental de su promesa es realmente muy simple - tan simple que podríamos no reparar en él. Su promesa es fundamentalmente la promesa de dar ¿Y qué promete dar? Prácticamente todo - es decir, todo lo que es necesario para mantener la vida espiritual: comida, ropa, lugar de residencia y medicinas. No se necesita realmente nada más que eso. Luego podemos decir que la economía budista es la economía del dar. Podemos ir aún más lejos y decir que la vida budista es la vida del dar. En la medida que poseemos, debemos dar - cosas materiales como mínimo, si es que no podemos dar nada más que eso. Sin dar no hay vida espiritual.
Esto se ve claramente en el caso del Bodhisattva, el budista ideal del Mahayana, aquel comprometido con el logro del bodhi - la Iluminación - no para él sino por el beneficio de todos los seres. El Bodhisattva practica las seis paramitas o virtudes trascendentales; y la primera de estas es dana, o el dar. La Dana puede ser de distintos tipos, ya que hay todo tipo de cosas que pueden ser dadas a todo tipo de gente en todo tipo de formas.
La práctica de dana está muy extendida en todos los países budistas, indistintamente de que practiquen según el Theravada, el Mahayana o cualquier otra escuela. En esos países, el Dharma y quienes lo practican y predican están mantenidos a una escala que apenas si podemos imaginar en Occidente. Y en ningún sitio es más así - o fue más así - que en el Tíbet tal y como era hasta 1950, o en cierta medida incluso hasta 1959.
Recuerdo que, con respecto a esto, tuve una conversación en Kalimpong hace mucho años. Debió de ser a principio de los años cincuenta y fue con un estudiante tibetano llamado Aggen Chototsang que estaba aprendiendo inglés conmigo. El tenía unos treinta años y había nacido en el Tíbet oriental; de hecho el era khamba. Los khambas tienen fama de ser fieros y guerreadores, hasta el punto de ser tanto agresivos como indisciplinados, pero también tienen fama de ser muy buenos budistas. Aggen era uno de los cinco hermanos de una familia de comerciantes. El era bajo, achaparrado y muy sincero y directo. Por desgracia murió unos diez años después luchando contra los chinos en el Tíbet oriental. Espero que haya tenido un buen renacimiento, aunque murió luchando. De cualquier modo, Aggen me dijo una vez como él y sus hermanos gastaban sus ingresos. Ellos dividían en tres partes todo el dinero que habían ganado al final del año. Entonces daban una de las partes para asuntos del Dharma: reparación de monasterios, proporcionar comida y ropa para los monjes, imprimir copias de textos sagrados, subvencionar ceremonias religiosas, hacer encargos de imágenes y pinturas de Budas y Bodhisattvas, etc... Otra parte la gastaban en placeres: esto, lamentablemente consistía en la bebida y el juego, sobre todo el juego - si bien no fumaban. Los tibetanos chapados a la antigua veían mucho peor el fumar que el beber. La otra parte se dedicaba a gastos de la casa y a la inversión en el negocio. Según Aggen, esto era la norma general en Kham; cada familia daba la tercera parte de sus ingresos al Dharma - lo cual es realmente algo a lo que habrían de aspirar los budistas de todas los sitios. Nosotros generalmente pensamos que estamos dando mucho si damos una décima parte de nuestros ingresos; pero según los estándares de los khambas eso sería, en comparación, tacañería.
La diosa Sri promete dar al monje que es predicador del sutra cosas tales como la comida, la ropa, la cama y el asiento; dicho en otro modo, lo que da, lo da en especie, no en dinero. Esta es la práctica tradicional que sigue muy extendida por algunas partes del mundo budista, si bien menos de lo que lo estuvo. Yo viví de ese modo por un par de años - no en un país budista, sino en la India. No poseía dinero alguno, ni siquiera en el banco. No manejaba dinero, no lo tocaba, no lo aceptaba si se me ofrecía. Y descubrí que esas medidas simplificaban muchísimo la vida. Había muchas cosas sobre las cuales simplemente no tenía que preocuparme, porque no tenía nada de dinero.
No obstante, posteriormente descubrí que era posible solamente vivir así mientras estuviera interesado exclusivamente en mi práctica espiritual personal. No pude mantener esa forma de vida cuando comencé a ocuparme de organizar actividades budistas. Para eso necesitaba dinero, incluso en la India. Si esto era el caso en la India, lo es mucho más aquí en Occidente. Es todavía posible aquí invitar a comer al monje que predica el sutra, es posible todavía regalarle un par de calcetines o una casita de campo; pero si quieres dar apoyo al Dharma seriamente, tendrás que dar dinero; de hecho mucho dinero.
La actitud de la gente hacia el dinero es un tanto extraña. Esto quizás no sea sorprendente: el dinero en sí es una cosa extraña y cambiante. Se podría hasta decir que el dinero lo es todo excepto dinero. El dinero es la vida, el dinero es el poder, el dinero es el prestigio, el dinero es la seguridad, el dinero es el placer, el dinero es el amor. Al fin y al cabo, con dinero se compra el amor, o cualquier cosa que queramos - o al menos eso pensamos. La cosa más extraña respecto a la actitud de la gente hacia el dinero es su renuencia a dejarlo partir. En Occidente esto es cierto incluso para algunos budistas. Parece que piensen que, en algún modo, hay algo malo en dar dinero para el trabajo del Dharma. Esta renuencia probablemente tenga algo que ver con nuestra actitud básica hacia el dinero. Tendemos a pensar que es algo sucio y asqueroso, algo con lo que la gente decente tiene el mínimo de relación posible, al menos en público. La expresión “sucio lucro” refleja probablemente nuestra actitud básica hacia el dinero - y algunos budistas occidentales tienden a compartir esa actitud. Piensan del Dharma que es muy puro, y que ha de ser preservado puro. Y ¿Cómo se preserva el Dharma puro? Bueno, pues una de las formas de hacerlo es mantener tu sucio y asqueroso dinero lo más lejos posible del Dharma.
Pero esa ciertamente no es la actitud tradicional. La actitud tradicional es que el dinero - dinero que uno ha adquirido por medios éticos, según los principios de la Subsistencia Correcta - es una cosa buena y sana, y lo mejor que uno puede hacer con él es darlo para el trabajo del Dharma. Se podría decir que el dinero es como el estiércol: a veces huele, pero realmente es una cosa sana, buena y limpia. No tenemos porque ser remilgados a la hora de manejarlo o de darlo. Como dijo Sir Francis Bacon hace cuatro siglos: “el dinero es como la porquería para el abono, no vale para nada si no se echa”.
Así que si tienes algo de esa porquería, échala alrededor, particularmente en dirección a donde está el Dharma. Como dijo el mismo Buda: “No tengáis miedo a dar”. The Salvation Army (El Ejercito de la Salvación) tenía este slogan: “Da hasta que duela”. Pero eso es incorrecto y seguramente refleja una actitud típicamente cristiana. Nos hace pensar que la vida espiritual es algo esencialmente doloroso y provoca una actitud para el dar como la que la mayoría de nosotros tenemos para ir al dentista. Lo posponemos todo lo posible porque pensamos que va a doler. (Es una actitud que requiere que el beneficiado se sienta verdaderamente desgraciado también). Pero de hecho, el dar no duele nada. De hecho, cuanto más des más feliz, más ligero y más libre te sentirás. Luego debemos dejar a los demás recorrer su camino hacia el dar en la forma en que puedan. Como budistas deberíamos decir: “Da hasta que te posea totalmente la alegría”
Dar, he de añadir, no quiere decir pagar. Cuando empecé a organizar actividades budistas en Inglaterra, me di cuenta de que la gente estaba muy poco dispuesta a dar para el beneficio del Dharma, aunque me aseguraban que les estaba beneficiando. Sin embargo, estaban bastante dispuestos a pagar por conferencias, clases de yoga, retiros, etc... Yo me preguntaba porque era eso así y, al final, saqué ciertas conclusiones provisionales que parecían arrojar al menos algo de luz sobre el asunto.
Cuando pagas, compras. Lo que compras es tuyo. Y cuando posees algo, es tuyo, es para ti; luego no te importa pagar - incluso pagar por el Dharma. Sin embargo, cuando das, te deshaces de algo. El dinero dado es dinero perdido. Aquello de lo que te deshaces ya no es tuyo, no es para ti, luego estás poco dispuesto a dar, incluso por el beneficio del Dharma. Esta forma de pensar es mezquina y he notado que quienes son capaces de liberarse de ella son inequivocamente más felices.
Veamos ahora las cosas que la gran diosa Sri promete dar al monje que es el predicador del sutra. Primeramente, ella promete dar empeño, lo que implica tanto el entusiasmo como la energía ¿Pero cómo es que esta diosa da el empeño? ¿No es ella esencialmente la diosa de la abundancia y la riqueza? ¿Pero cómo es que da una cualidad psicológica e incluso espiritual, como es el empeño? ¿No se habrá salido un poco de su sitio? ¿No estará yendo más allá de su jurisdicción propia?
Realmente no. Ella da el empeño pero no directamente, sino indirectamente, cuando da las otras cosas: hábitos, cuenco de mendigar, cama, etc... El monje tiene que ser capaz de dedicar todas sus energías a la vida espiritual, a predicar El sutra de la Luz Dorada. Si tuviera que preocuparse de la comida y las vestiduras, eso tomaría algo de su energía, de modo que la comida y las vestiduras se las han de proporcionar y eso es lo que hace la gran diosa Sri. Al dar al monje comida y vestiduras, ella lo capacita para dedicar sus energías a predicar el sutra. Al fin y al cabo, el monje no sólo ha renunciado a la responsabilidad de mantener esposa y familia, el ha renunciado también a la responsabilidad de mantenerse y esto es reconocido de modo general en la mayoría de los países budistas. Esto es particularmente cierto en el caso de los países del Theravada, en los que, como sé por experiencia propia, al monje se le permite cocinar su propia comida, ni aun hacerse su taza de te. Todo se le proporciona, todo se hace por él.
Está, no obstante, el otro lado de la moneda. El monje ha de dedicar todas sus energías al Dharma y todas quiere decir todas - lo que no es cosa fácil para todo el mundo. Puede que el monje se dedique a actividades budistas como predicar El sutra de la Luz Dorada, o a la meditación, o a la combinación de ambas, siempre que una u otra forma todas sus energías estén dedicadas al Dharma. Y es la diosa Sri la que hace eso posible. En otras palabras, es la economía budista - la economía del dar - que lo hace posible.
En segundo lugar, Sri da al monje el obsequio de las vestiduras. Es interesante, y muy en acuerdo con el espíritu original del budismo, que el traductor usa la palabra vestiduras y no hábitos. En los tiempos del Buda los monjes (como les llamamos ahora) llevaban ropa.
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