Monday, December 20, 2010

NAVIDAD:NATIVIDAD DEL SEÑOR


Os ha nacido un Salvador
Lc 2, 1-14

Y tú, Belén, de la tierra de Judá, No eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; Porque de ti saldrá un guiador, Que apacentará a mi pueblo Israel.
Mt 2.6


Dios, el invisible, está vivo y presente en Jesús, el hijo de María, la Theotokos, la Madre de Dios. Jesús de Nazaret es Dios-con-nosotros, el Emmanuel: quien le conoce, conoce a Dios; quien le ve, ve a Dios; quien le sigue, sigue a Dios; quien se une a él está unido a Dios . En Jesús, nacido en Belén, Dios se apropia la condición humana y se hace accesible, estableciendo una alianza con el hombre.
Juan Pablo II


Hace más de dos mil años que ha acontecido el nacimiento más maravilloso que se pueda pensar y se vienen sucediendo embeleso y admiración, alta contemplación y adoración , como así también , rechazo e indiferencia.
Evento, a tal punto único y admirable en la historia de la humanidad, que el nacimiento acontecido en Belén de Judea, del Niño nacido de la Madre Virgen, parte en dos la historia humana. Muchas revoluciones han cambiado el rumbo de la historia humana. Pero, ningún cambio y ninguna revolución se puede comparar con lo que ha significado el nacimiento de un Niño-Dios. Y este acontecimiento es Navidad.
La Navidad encierra un secreto profundo que, desgraciadamente, se les escapa a muchos de los que en Noche Buena celebrarán “algo”, sin saber exactamente qué. Muchos no pueden ni siquiera sospechar que la Navidad nos ofrece la clave para descifrar el misterio último de nuestra existencia.“El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre” (Gaudium et spes, 22). Todo hombre, de cualquier tiempo, de cualquier raza, de cualquier cultura, de cualquier religión, encuentra en Cristo a Aquel que “manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación” (Gaudium et spes, 22). Desde la Encarnación no podremos conocernos a nosotros mismos en profundidad, ni podremos conocer nuestro destino sin conocer a Jesucristo, porque sólo su misterio esclarece nuestro propio misterio. Generación tras generación, los hombres han gritado angustiados sus preguntas más hondas. ¿Por qué tenemos que sufrir, si desde lo más íntimo de nuestro ser todos nos llama a la felicidad? ¿Por qué tanta humillación? ¿Por qué la muerte si hemos nacido para la vida? Los hombres preguntaban. Y preguntaban a Dios porque, de alguna manera, cuando estamos buscando el sentido último de nuestro ser, estamos apuntando hacia él. Pero Dios parecía guardar un silencio impenetrable.
Ahora, en la Navidad, Dios ha hablado. Tenemos ya su respuesta. Pero Dios no nos ha hablado para decirnos palabras hermosas acerca del sufrimiento, ni para ofrecernos disquisiciones profundas sobre nuestra existencia. Dios no nos ofrece palabras. No "La Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros" (Jn 1,14). Es decir, Dios más que darnos explicaciones, ha querido sufrir en nuestra propia carne nuestros interrogantes, sufrimientos e impotencia.
Dios no da explicaciones sobre el sufrimiento, sino que sufre con nosotros. No responde al porqué de tanto dolor y humillación, sino que él mismo se humilla. Dios no responde con palabras al misterio de nuestra existencia, sino que nace para vivir él mismo nuestra aventura humana.Ya no estamos perdidos en nuestra inmensa soledad. Ya no estamos sumergidos en pura tiniebla. Él está con nosotros. Hay una luz. "Ya no estamos solos... El está con nosotros. Ya no somos solitarios, sino solidarios" (Leonardo Boff). Dios comparte nuestra existencia.Ahora todo cambia. Dios mismo ha entrado en nuestra vida. De hecho, la Navidad es el primer paso, el comienzo de un camino. Dios se hace presente en medio de nosotros. Dios viene a vivir nuestra misma vida, pero toda entera: Dios no es sólo la ternura de un niño, es toda una vida humana hecha de entrega, de servicio, de anuncio esperanzado, de fidelidad, de invitación al seguimiento, de amor a los pobres... una vida que acabará en la cruz y que brillará en la resurrección.La creación está salvada. Es posible vivir con esperanza. Merece la pena ser hombre. Dios mismo comparte nuestra vida y con él podemos caminar hacia la plenitud. Por eso, la Navidad es siempre para los creyentes una llamada a renacer. Una invitación a reavivar la alegría, la esperanza, la solidaridad, la fraternidad y la confianza total en el Padre(Josè Antonio Pagola).Jesucristo se ha dignado compartir con el hombre la condición humana, para que nosotros podamos compartir su vida divina. No despreciemos este don. No seamos sordos para la voz de Dios, ni ciegos ante su Gloria.
Recordemos en Navidad las palabras del poeta místico Johann Scheffler: “Aunque Cristo nazca mil veces en Belén, mientras no nazca en tu corazón, estarás perdido para el más allá: habrás nacido en vano. “

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